sábado, 30 de junio de 2007

El loco de la mancha

En esa época donde uno podía ser salvado con un simple “pido”, donde uno jugaba sucio literalmente y no a la manera adulta, donde uno podía escaparse del mundo montado en la fantasía, en esa época lo conocí. No recuerdo su nombre, sé que vivía en Palermo pero se había mudado tres semanas a mi barrio porque estaban remodelando su verdadera casa. Todo lo que tenía era digno de envidia. Su casa lucia elegantemente cientos de ángulos rectos, su ropa, sus juguetes y su perro eran de marca, la rueda de su bicicleta siempre tenia todos los pelitos y su familia era perfecta, hermanos universitarios, abuelas costureras, padres trabajadores, eran los ingredientes suficientes para cocinar a un hombre rico. Como decía mi colectivero: “Una persona sin problemas, se los inventa” y eso mismo fue lo que hizo: se obsesiono con la mancha. Nos pasaba a buscar todos los mediodías para salir a jugar, no le gustaban las escondidas ni las bolitas, solo quería jugar a su juego con sus reglas y nosotros lo apoyábamos con la esperanza de que después nos invite a su hermosa casa. El que llevaba la “mancha” debía tocar a otro para librarse de la indeseada carga, en eso consistía el juego normal, pero luego su imaginación sobrepaso los límites de lo convencional dando lugar a la mancha parásito, la mancha juez, la mancha indiferencia, la mancha paciencia y el último de sus inventos: la mancha triunfal. No le gustaba ser el victimario, pero se sentía extasiado cuando le tocaba ser la victima. Entraba en la maravilla si en la mancha parasito debía sacarle la mayor cantidad de monedas al portador sin ser tocado, si era declarado culpable en la mancha juez, si debía hacer lo imposible para llamar la atención en la mancha indiferencia o si debía quedarse inmóvil y tener paciencia frente a las locuras que hacia el infectado para que pierda, pero no había nada mas extraordinario que ver como se alegraba cuando perdía en la mancha triunfal. Un día no vino, al otro tampoco, y así fue hasta que diez años después me lo encontré en los lagos de Palermo y lo invite a mi casa. Según lo que me contó su obsesión comenzó siendo un pequeño problema creado para romper un poco con la aburrida rutina de la perfección, pero con el tiempo la mancha fue la culpable de que sea lo que es en la actualidad. Aplico a su vida todo lo que aprendió de la mancha y hoy es un ser maligno e indecente. Tiene sida lo que no impide que practique el touch and go, tuvo muchos hijos pero solo uno fue reconocido y vive con el, mas bien dicho, sobrevive con el aprendiendo el perverso juego. Fue muy tonto de mi parte no preguntarle el nombre, recuerdo que a veces nos burlábamos de él poniéndole el apodo “Don Quijote” por ser el loco de la mancha.

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